sábado, 29 de junio de 2013

Menudencias IV

LAS BALAS DEL DIABLO

Capítulo I
La mañana del 8 de noviembre 1915, París despertaba aletargada por  bajas temperaturas. El bello Luxemburgo adquiría un fina cubierta de escarcha por donde se le mirase y en su fuente mayor flotaban los cadáveres de los cisnes que no le huyeron a la blanca mano del invierno. Mis conciudadanos leían con alarma el L´ Mond o El Fígaro —no importaba con cual se empezase pues ambos colaboraron en  la redacción de la portada—. ¡Chenildieu arde! Tropas alemanas bombardearon por más tres horas las trincheras del Reims. 
Chenildieu es una intendencia, más bien, una ciudad pequeña elevada a la categoría de intendencia por razones históricas que hoy en día ya nadie recuerda; ubicada al noroeste de Francia. Se llega en una hora sin dificultad con el tren de las seis si se parte de Paris. Si se quiere, y, se tiene prisa, hay que tomar el de las cuatro. El señor obispo de  Chenildieu, monseñor Charles-François de Foldendieus,  es también el intendente de la misma. Gracias a su gestión Chenildieu alcanzó un alto crecimiento en su producción de patatas pues a petición suya  se tramitó asesoría  técnica del Politécnico de Paris. (Al fin encontré este archivo, ahora si podré continuarte).

Menudencias III

Mujeres sin perfume

Anabela reza arrodillada frente a la tumba de Cristina, lleva una acostumbrada rosa blanca creciendo en sus cabellos rubios; es tan delgada y pálida que algunas veces, enfurecido con la pequeña Abrahel, le grite llorando que debería quedarse aquí también. ¿Por qué siempre Anabela? Anabela, mi pequeña mariposa de sueño, tiene muchos nombres. A mediados de febrero el verano lo es también, y, en aquel dulce atardecer, llore cual Boabdil, cual niño  que ya no era,  porque en actitud desafiante, mirándome con esos ojos leonados intento rasgarse las muñecas con el broche de rodio de su madre. El vestido tipo charleston que trae puesto me hace odiarla, le queda demasiado corto y suelto. Apenas le llega a los muslos, pero hay algo en ella, en esa mirada limpia de toda perversidad que la torna cándida y dulce. Me recuerda tanto  a “Alicia en el país de…”, con sus bucles de oro peinados con el viento que trae la suave mañana, y yo el conejo… el conejo del té, mejor conejo-café… esa boca suya  de labios delgados que me enamora los he degustado cual savia frutada, cual abalorio rosado relleno con múltiples sabores que estallan sin esfuerzo con la punta de la lengua.  Sus pechos discretos me enamoran aun más.
—Anabela, ya es hora de irnos. Mira que el cielo se hace nuboso.

Sus manos permanecen juntas, no me ha escuchado. 

Menudencias II

"...después sentía la boca sucia, duraba un momento; algunas veces tomaba un relevo de resistencia. Pero siempre cedía. Compartir el mismo masticable de menta mientras caminábamos tomados de la mano no estaba mal. Pero que su boca se convirtiese en la herramienta con la cual me alimentara, no hacía más que recordarme el raro hábito de las aves para alimentar a sus pichones. Era yo como un pingüino adoptado por un gorrión hembra de pechera rosa. Así lo imaginaba…” 

viernes, 28 de junio de 2013

Menudencias I

«Encendí el primer cigarrillo y di una bocanada lenta, adormilada, más como un bostezo. Hace dos días que arrastraba un déficit de sueño.
En el curso de administrativo el profesor nos tomo un examen de toda la LPAG. Casi un mes y medio, y, según él, lo suficiente como para memorizar, incluso con detalle, cada artículo.
El día del examen llegue diez minutos antes del inicio; sin embargo, el profesor y  los demás alumnos me habían adelantado y ya cada uno ocupaba su respectivo lugar… Sentí que me esperaban y sonreí al entrar.
— ¡Alumnos! — Dijo el profesor señalando con el índice las seis en punto en su reloj analógico—, la prueba ha empezado. Son 180 preguntas y hora y media hora para resolverlas. Usen su Ley y todo lo que tengan a la mano para resolver la prueba.
Cada uno de nosotros traía la LPAG remarcada con resaltador amarillo. Bastaron sendos movimientos con los dedos, tan específicos que bien pudo confundirlos un sordo o un mudo con el lenguaje de señas, para repartirnos las preguntas.

—Si será bien hijo de su madre —dije mirando la prueba—, el tío con este examen nos está entrenando para la CORRUPCIÓN. »

martes, 25 de junio de 2013

«Baudelaire había escrito: ¡Sé encantadora y cállate! Pero yo necesitaba escucharla, quería que su boca se abriera como flor y apuntara a la mía sin más preámbulos... cuán feliz hubiera sido entonces (...)». JCDM

sábado, 8 de junio de 2013

-¿Qué haces?
-¡No ves! Fabricando mi suerte y mi libertad con mis manos, mis manos grandes... Ya he crecido...  :)