"Tiene un trabajo en la Dependencia Nacional de Recaudaciones (DENARE) como pasante, en la que toda orden es acatada sin amor; DENARE se traga —uno a uno— a sus dependientes a las ocho y media de la mañana; la proximidad al malecón le da, en invierno, una apariencia tenebrosa como la de un galeón fantasmal que asoma, de pronto, en medio del océano; inanimados, reprogramados con el copia-pega en la yema de los dedos, esperan una digestión lenta y tediosa dentro del gigante burocrático por antonomasia. A las cuatro y media, Sebastián abandona raudamente el edificio de la avenida Villanueva (...)".